Realizado por: Ingrid Cordoba. Profesora de Humanidades
Cuando hablamos de qué comer, podríamos decir que es una tarea fácil, sin embargo, en un mundo tan lleno de publicidad engañosa y la falsa idea de qué el tiempo corre más rápido nos hemos visto sumergidos en medio de las comidas rápidas, paquetes, gaseosas y dulces. Indudablemente, esta situación ha logrado que escoger un alimento adecuado para nuestra salud se haga cada vez más complicado, y mucho más cuando el sabor y la cantidad priman sobre la calidad.
Estudios recientes afirman que el 80% de las enfermedades están ligadas con lo que comemos y hoy en día es mucho más frecuente ver personas jóvenes, incluso niños padeciendo de enfermedades que antes sólo tenían las personas de la tercera edad. Enfermedades tales como diabetes, cáncer, hipoglicemia y problemas articulares son de los más frecuentes en nuestra juventud.
Pero ¿por qué las típicas papas, bombombum y gaseosas podrían afectar la salud de los niños y jóvenes? Esta es la pregunta que muchos jóvenes se hacen, pues, según ellos, además de deliciosos e inofensivos, son mucho más prácticos de incluir en la lonchera que quizás un jugo natural, unos huevos cocidos y una fruta, que es lo que podría entenderse como una lonchera saludable. La respuesta es muy sencilla, un paquete de papas, por inocente que se vea, contiene la sal que una persona adulta necesita a lo largo de una semana, un bombombum equivale a media libra de azúcar y un simple vaso de gaseosa contiene entre 10 y 15 cucharaditas de azúcar, difícil de creer, ¿verdad? pero es así, la cantidad de conservantes, sales, azúcares y grasas ocultas hacen que no nos demos cuenta. Todo esto sumado a que cómo se hizo famoso en cierta propaganda “no podamos comernos no sólo una” sino que deseamos acabar con ese paquete y hasta más, es lo que a lo largo del tiempo nos puede conducir a una grave enfermedad.
Comerse un o un paquete de estos una vez cada mes no tendría problema, el problema realmente radica en la frecuencia en que consumimos estos alimentos. Imagínate comiéndote toda la cantidad de sal que necesitas en una semana en tan solo cinco minutos y repetirlo durante 7 días a la semana 30 días al mes 365 días al año, ¿qué podría causar en tu salud a eso de los 15, 20, o 30 años? Es ahí cuando vemos lo duro que puede ser no haberse cuidado desde niños.
La pregunta ahora es: ¿Y entonces qué podemos comer? ¿Cuál es la forma más sencilla para elegir qué comer sin que sea feo o sin que sea algo aburrido para nosotros? La solución siempre va a ser volver a lo natural. Piensa en que lo más ideal es comer lo que proviene de la naturaleza. Es decir, si se puede sembrar o nace un árbol, me lo puedo comer, punto. Es aquí donde entran frutas, verduras y leguminosas, todas éstas aptas para el consumo humano. Contienen vitaminas, minerales, oligoelementos, e incluso muchos de ellos contienen proteína, que es esencial para la construcción de nuestro cuerpo cuando estamos en proceso de crecimiento. Entonces, ¿qué podríamos elegir? Sencillamente piensa, ¿Cuántas veces has visto árboles de Doritos? o ¿árboles de gaseosa? si no lo produce la naturaleza, difícilmente será bueno para tu cuerpo. Estarás pensando con tristeza “ay, ya nunca más podré volverme a comer una hamburguesa o una empanada”. Ja, ja, ja, no, no tenemos por qué ser extremos. Recuerda lo que decía Sócrates, el padre de la medicina, qué tú alimento sea tu medicina y tu medicina sea tú alimento; puedes comer muchas veces o durante más tiempo alimentos saludables que contribuyen a tu bienestar y dejar para de vez en cuando ese tipo de alimentos procesados. Recuerda, en la dosis está el veneno, a veces no es lo que comemos sino la cantidad de veces en que hacemos.
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Foto tomada por: Ingrid Lozano. Curso 1101
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