Realizado por: Jeisson F. Murcia, 10-01, JT, Año: 2018
Dicen que tenemos esperanza porque carecemos de algo y esperamos tenerlo con todas nuestras fuerzas en algún momento de nuestras vidas, y que por ello, al no tener lo que deseamos no podemos perderla, de ahí que el dicho sea: “Lo último que se pierde es la esperanza”. Curiosamente varias historias tratan de representar este hecho que a nosotros nos parece contundente, una de ellas es la famosa historia de “la caja de Pandora”. Sin embargo ¿es realmente cierto que lo último que se pierde es la esperanza? Suena lógico pensar que no se pierde lo que no se tiene, pero de igual forma ¿cómo atesoramos aquello que no es posible ver? Por ejemplo, muchos esperan triunfar en la vida, tener una familia feliz, gozar relativamente de una buena salud, no sufrir, conocer el mundo, tener un buen trabajo y buenos ingresos, pero ¿no resulta cierto que en el proceso para adquirir todo esto nos empezamos a encontrar con varios obstáculos que nos desmotivan para alcanzar nuestro objetivo? Y cuando nos encontramos con varios de ellos, incluso llegamos a pensar que todo el mundo está en contra nuestra, y ¿qué sucede cuando no alcanzamos nuestros objetivos? ¿Verdad que se nos pierde la esperanza?
Según Isidoro de Sevilla en el tomo II, libro VIII, de sus etimologías, dice: “La palabra esperanza se llama así porque viene a ser como el pie para caminar, como si dijéramos: es pie (spes). Su contrario es la desesperación, porque allí donde faltan los pies, no hay posibilidad alguna de andar”.
Es interesante notar que Isidoro habla de los pies para referirse a la esperanza, y a la desesperanza al no tenerlos. Esto resume muy bien el hecho de que el ser humano al no tener algo en lo que confiar y/o esperar se queda inmóvil. Pierde el sentido de la vida. Podríamos decir entonces que aquel dicho que hemos escuchado proveniente de la mitología clásica, no es del todo cierto, porque en definitiva “la esperanza es lo ‘primero que se pierde’”. Esto es totalmente medible en todos nosotros, acaso ¿no nos hemos desesperado por las situaciones actuales de este mundo malvado, tanto económica como socialmente? ¿No hemos deseado en alguna ocasión que la tierra nos tragara? ¿El no existir más o el desear la muerte? Estos es normal llegar a sentirlo, muchas personas en el mundo han llegado a experimentar ese sentimiento suicida.
La OMS (Organización Mundial de la Salud) muestra en sus estadísticas que el suicidio ocupa un lugar entre las primeras 10 causas de muerte. Se considera que cada día se suicidan en el mundo al menos 1.110 personas y lo intentan cientos de miles, independientemente de la geografía, cultura, etnia, religión, posición socio económica, etcétera. Esto es una clara evidencia de que muchos ya no tienen pies para seguir adelante, para luchar contra las turbulencias que la sociedad presenta.
El ser humano se enfrenta diariamente a situaciones paralizantes, como puede ser el ver un accidente de tránsito, el que dos personas con arma de fuego le amenacen y lo roben, el simple hecho de saber que tiene una enfermedad terminal, o el que un familiar querido muera. Son situaciones sociales y de salud, pero cuando estas cosas tan fáciles y sencillas nos fallan empezamos a perder tanto la seguridad como la esperanza, dejamos de confiar en que estamos a salvo en un autobús, o una moto, en las personas que vemos en la calle, en los médicos, incluso hay algunos que hasta en Dios pierden su esperanza. Para no ir tan lejos, cuando uno espera a una persona, es porque tiene la esperanza de que va a venir, cuando uno pierde la esperanza, se va y no lo espera más. Por ello debemos asegurarnos de que sea cual sea la esperanza que tengamos no debemos perderla, cuidarla como más podamos, pues una vez se pierda, quién sabe si entremos en el grupo de esas 1.110 personas.
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